lunes, 28 de noviembre de 2011

Mes 9- Animales del siglo XX

Hoy termina este año en el que construimos juntos este espacio de aprendizaje colectivo.
Espero que hayan podido capitalizar algo de lo propuesto así como yo he hecho con sus comentarios.
Como última actividad de este mes: Libertad, que es lo que propone la literatura del siglo XX y más la del siglo XXI: poder revisitar cualquier animal fantástico desde cualquier perspectiva posible.

En breve habrá novedades en sus e-mails de los certificados, revistas y demás.
Hasta pronto!
Fernando Kosiak

lunes, 14 de noviembre de 2011

Mes 9- Animales del siglo XX

Arenas que engullen

El escritor cubano Alejo Carpentier publicó en 1974 su novela “El recurso del método”. Al inicio del cuarto capítulo encontramos al general Hoffman huyendo por la selva. Un grupo de soldados va con él. En su camino llegó a la zona llamada Las Tembladeras, por la abundancia de arenas movedizas. Después de haber pasado junto a una pirámide “criadero de las serpientes más dañinas del mundo, de ciempiés, tarántulas, arañas monas y alacranes” el General y su caballo cayeron en una tembladera. Las arenas “habían subido al cuello, al mentón, a la boca del General, que aún profería gritos confusos, de garganta ya enlodada” mientras sus hombres le decían “¡Muérete, cabrón!” como “un coro griego”.

Me pareció interesante este aporte como para pensar en el realismo mágico del Boom Latinoamericano y cómo los lugares y los animales fantásticos no siempre son los bellos de la literatura.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Mes 9- Animales del siglo XX

Multicolor político

Esta semana trabajamos con este cuento del colombiano Augusto Monterroso, en el cual el camaleón se vuelve fantástico por su variedad cromática pero también por la variedad política.

El Camaleón que finalmente no sabía de qué color ponerse
Augusto Monterroso

En un país muy remoto, en plena Selva, se presentó hace muchos años un tiempo malo en el que el Camaleón, a quien le había dado por la política, entró en un estado de total desconcierto, pues los otros animales, asesorados por la Zorra, se habían enterado de sus artimañas y empezaron a contrarrestarlas llevando día y noche en los bolsillos juegos de diversos vidrios de colores para combatir su ambigüedad e hipocresía, de manera que cuando él estaba morado y por cualquier circunstancia del momento necesitaba volverse, digamos, azul, sacaban rápidamente un cristal rojo a través del cual lo veían, y para ellos continuaba siendo el mismo Camaleón morado, aunque se condujera como Camaleón azul; y cuando estaba rojo y por motivaciones especiales se volvía anaranjado, usaban el cristal correspondiente y lo seguían viendo tal cual.

Esto sólo en cuanto a los colores primarios, pues el método se generalizó tanto que con el tiempo no había ya quien no llevara consigo un equipo completo de cristales para aquellos casos en que el mañoso se tornaba simplemente grisáceo, o verdiazul, o de cualquier color más o menos indefinido, para dar el cual eran necesarias tres, cuatro o cinco superposiciones de cristales.

Pero lo bueno fue que el Camaleón, considerando que todos eran de su condición, adoptó también el sistema.

Entonces era cosa de verlos a todos en las calles sacando y alternando cristales a medida que cambiaban de colores, según el clima político o las opiniones políticas prevalecientes ese día de la semana o a esa hora del día o de la noche.

Como es fácil comprender, esto se convirtió en una especie de peligrosa confusión de las lenguas; pero pronto los más listos se dieron cuenta de que aquello sería la ruina general si no se reglamentaba de alguna manera, a menos de que todos estuvieran dispuestos a ser cegados y perdidos definitivamente por los dioses, y restablecieron el orden.

Además de lo estatuido por el Reglamento que se redactó con ese fin, el derecho consuetudinario fijó por su parte reglas de refinada urbanidad, según las cuales, si alguno carecía de un vidrio de determinado color urgente para disfrazarse o para descubrir el verdadero color de alguien, podía recurrir inclusive a sus propios enemigos para que se lo prestaran, de acuerdo con su necesidad del momento, como sucedía entre las naciones más civilizadas.

Sólo el León que por entonces era el Presidente de la Selva se reía de unos y de otros, aunque a veces socarronamente jugaba también un poco a lo suyo, por divertirse.

De esa época viene el dicho de que

todo Camaleón es según el color
del cristal con que se mira.

lunes, 31 de octubre de 2011

Mes 9- Animales del siglo XX

Los monstruos de Quiroga

Horacio Quiroga, escritor uruguayo que, sin embargo, escribió la mayoría de su producción y se nutrió de la mitología de Misiones. En el seminario del año pasado trabajamos el cuento “El almohadón de plumas” y cómo el escritor crea el monstruo del ácaro en el libro “Cuentos de amor, de locura y de muerte”. En el mismo libro, en el cuento “La miel silvestre” Quiroga toma un insecto común, la hormiga, pero llevada a su punto extremo de monstruosidad: en Misiones se la llama “la corrección” y se trata de un grupo de hormigas que se mueve en conjunto aniquilando todo lo que está inerte a su paso y que sirva como comida. Pobre personaje principal. Quiroga también crea un sistema de monstruos zoológicos en “Cuentos de la selva”, pero el descubrimiento de cada uno de estos componentes de la zoología fantástica queda a cada uno de ustedes.

lunes, 24 de octubre de 2011

Mes 8- Flores de pimpollos extraños

Actividad

Las flores fantásticas tienen mucho que ver con el amor. ¿Podés contar una historia romántica que termine en pimpollo? ¿Puede ser un microcuento?

Mes 8- Flores de pimpollos extraños

Victoria Regia

Otra traducción realizada por una compañera de este seminario, Graciela Terzaghi. Muchas gracias por el aporte.

La mayor lilácea acuática del mundo es la Victória Régia, nativa de la cuenca del Río Amazonas.

Sus hojas arredondas llegan a los 2 m. de diámetro y poseen los bordes marcados y levantados.

La Victoria Régia, flota graciosamente en las aguas y puede sostener el peso correspondiente al de un conejo adulto. Quando florece, sus pétalos son blancos o levemente rosados, con bordes verdosos.

Hace muchos años, en las márgenes del majestuoso Río Amazonas, en los igarapés, las jóvenes y bellas indias de una tribu se reunian para cantar y soñar sus sueños de amor. Ellas se quedaban por largo rato admirando la belleza de la blanca luna y el misterio de las estrellas, soñando en ser una de ellas, algún día…

Mientras el aroma de la noche tropical adornaba aquellos sueños, la luna emanaba una luz intensa en las aguas, haciendo que Naia (la más joven y soñadora de todas), trepar un árbol alto para tratar de tocar a la luna. Ella no tuvo éxito. Al día siguiente, ella y sus amigas subieron las montañas distantes para sentir con sus manos la suavidad de la luna, pero fallaron nuevamente.

Quando ellas llegaron allí, la luna estaba tan alta que todas volvieron desilusionadas a su aldea.

Ellas creían que si pudiesen tocar la luna o acaso las estrellas, ellas se transformarían en una de ellas. A la noche siguiente, Naia dejó la aldea esperando poder realizar su sueño. Tomó el camino que va hacia el río, para encontrar a la luna en las negras aguas.

Allá, inmensa y resplandeciente, la luna descansaba calmamente reflejando su imagen en la superficie del agua. Naia, en su inocencia, pensó que la luna había venido a bañarse en el río y permitir ser tocada. Naia se zambulló en las profundidades de las aguas y desapareció para siempre.

La luna, sintiendo pena de aquella vida tan joven que se había perdido, la transformó en una flor gigante – la Victoria Régia- con un encantador perfume y pétalos que se abren en las aguas, para recibir en toda su superficie, la luz de la luna.

domingo, 16 de octubre de 2011

Mes 8- Flores de pimpollos extraños

El mburucuyá

Silvia Rodríguez Paz, autora de Leyendas, palabras y letras entrerrianas dice que la leyenda del mburucuyá, pasionaria o flor de la pasión “es una de las leyendas que trasunta más religiosidad” ya que en ella el imaginario ha visto los atributos de la pasión de Cristo: la corona de espina, los tres clavos y, en el interior del fruto, las gotas de su sangre. Mburucuyá era el nombre que le había dado un indio guaraní a la hija de un capitán español, de la que se había enamorado. Los españoles descubren este amor imposible y matan al indio. Acompañada por la madre del enamorado, Mburucuyá va hasta la tumba de éste. Cava una fosa y con una flecha que el muerto le había regalado (en vida, obvio) se perfora el corazón. La vieja india cubre el cuerpo de la española y al día siguiente una planta, enlazada a un árbol arrojaba la bella flor nueva.